lunes, 31 de mayo de 2010

La risa como bálsamo en la enfermedad




Todos los jueves, los voluntarios ayudan a niños a soportar arduos tratamientos mediante un espacio lúdico de contención


Valeria Musse
Corresponsalía La Plata


LA PLATA.? Se oyen risas en la "placita" de la sala 15 de Hematología del hospital de niños Sor María Ludovica de esta ciudad.

De a poco, un grupo de chicos de entre dos y 15 años, que están internados por padecer cáncer, son invitados por voluntarios de La Casa de Javi a pasar un buen rato junto a sus padres y médicos, y reforzar el sentido de la vida lejos de la enfermedad.

Todo comenzó a partir de un triste desenlace. En 2003 falleció Javier Cappannini, de 20 años, luego de siete de una incansable lucha contra el linfoma de Hodgkin. En el transcurso de la enfermedad, Javier abrió los ojos de sus padres. "Me dicen que haga una vida normal, pero ¿cómo hago, si estoy rodeado por tratamientos y medicamentos", les decía a sus padres, Lucía Faggella y Osvaldo Cappannini.

No lo dudaron. Javier continuó sus estudios secundarios porque esa era "una clara proyección al futuro y a la vida", según dijo la madre.

Aún emocionados, los padres contaron a La Nacion que fue su hijo quien les dejó este legado y les pidió ayuda para otros niños que estaban en su misma situación.

"Era necesario crear un espacio de recreación, de contención, que brindara apoyo humano para los padres, y de distensión para que los chicos jugaran con otros pequeños", dijo Osvaldo.

Así fue como, a fines de 2004, una obra de teatro protagonizada por amigos de Javi inició un ciclo que cada jueves intenta romper el clima de angustia con el que generalmente se convive en los hospitales.

Un chiste, una sonrisa
A las 16, un grupo de voluntarios que colabora con la asociación llega a la sala. Entre risas y globos, se acerca a cada una de las habitaciones e invita a padres y chicos, la mayoría con diagnóstico de leucemia, a divertirse en la "placita", como denominaron al hall de entrada.

Un payaso hará de las suyas entre los asistentes. Las caritas boquiabiertas resplandecerán ante los rayos de luz que ingresan por la ventana cuando el mago sorprenda con algún truco.

También los chicos proponen actividades. Ahí está Sebastián, que, unido a una ronda, iniciará el famoso juego del teléfono descompuesto.

A veces, no todos los niños pueden asistir porque están débiles debido al cruento tratamiento de la quimioterapia. Es entonces cuando los voluntarios ingresan a sus dormitorios y, entre chistes y juegos, logran el más preciado objetivo: una sonrisa de oreja a oreja, como la de Tomás, un niño de casi dos años que desde hace cuatro meses se encuentra internado.

Para quienes participan de este proyecto, la solidaridad con el otro es de de igual a igual. Así lo definió Matías Rodríguez, estudiante de medicina de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), a La Nacion: "Si estás con estos chicos, lo hacés porque lo sentís y les tenés cariño, no porque están enfermos y vos, como sano, te diferenciás. Somos todos iguales".

El, como muchos de los alumnos universitarios que cursan en esta ciudad, vino de Tandil para ser médico. Pero necesitaba algo más. Tras sus prácticas, sintió la necesidad de ir más allá de la curación física; de colaborar desde lo humano.

Virginia Schustemberg, médica y jefa de la sala 15, entiende bien qué significa eso. "No puedo afirmar que los chicos vayan a sanarse más rápido, pero sí es seguro que los ayuda a tolerar mejor el tratamiento [que dura aproximadamente dos años]", contó a La Nacion.

Quien quiera ser voluntario de La Casa de Javi o pueda brindar colaboración con galletitas y globos puede comunicarse al 0221-4704782 o por correo electrónico a lacasadejavi@argentina.com.


fuente: lanacion.com

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