domingo, 24 de enero de 2010

Empeñados en sobrevivir


Tres riojanos cuentan cómo sus ganas les han hecho superar un cáncer de mama, un accidente o dos trasplantes

JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ PERDIÓ UNA PIERNA EN ACCIDENTE
«Hay que salir de casa, hacer deporte, lo que sea; encerrarse en uno mismo es un retroceso»
«La sociedad nos lo pone complicado a veces, pero es lo que hay: o te montas o te quedas fuera»
NORMA CAFFARATTI HA SUPERADO UN CÁNCER DE MAMA
«A veces volvía de la 'quimio' como de la muerte, pero hay que seguir la lucha» «Si alguien está pasando por esto, que piense en sus hijos o su marido y trate de seguir adelante»
LUIS VICENTE DEL ÁLAMO TRASPLANTADO DE CORAZÓN
«Te haces más tranquilo, tolerante y agradecido, porque al final estás viviendo 'de prestado'»
«Le puede tocar a cualquiera; Dios y el cielo no necesitan los órganos, pero nosotros sí»
Al oír la historia de sus vidas muchos pensarán. '¡Qué mala suerte!' Haber sido trasplantado dos veces de corazón. Perder una pierna en un accidente de tráfico siendo además el único herido en el siniestro. Llegar a España desde otro país esperando encontrar las dificultades propias del inmigrante y sumarles un cáncer de mama.
Pero lo cierto es que Juan Vicente del Álamo, Juan José Rodríguez y Norma Beatriz Caffaratti se saben afortunados. Han visto la sombra de la guadaña demasiado cerca y han logrado darle esquinazo. Pocos pueden felicitarse por ello. Y por hacerlo, además, con energía. Sin renunciar a nada. Readaptándose a la vida diaria. «Como uno más», repite Juan José mientras recorre las calles de Logroño manejando con una habilidad pasmosa su silla de ruedas y sorteando bordillos, rampas, gente.
Juan Vicente y Norma pasan más desapercibidos. Pero bajo el jersey de él late el tercer corazón de su vida y en la piel de ella aún quedan vestigios de la lucha contra el tumor a base de cirugía, radioterapia y la más temida, la 'quimio'. Los tres pueden hablar serenamente de lo que han vivido y de la nueva oportunidad que les ha dado Dios o los médicos, la suerte o su propia fortaleza y ganas. Al fin y al cabo, y como insiste Norma, «lo pasado, pisado». Esta argentina de 44 años llegó a España en 2003. La acompañaban sus hijas, Cintia y Paola, de 14 y 11 años. En Nájera las esperaba el padre de familia, Germán. También un futuro mejor a base de trabajo. Pero, al año de su llegada, Norma se dio cuenta de que algo no iba bien. «En el cuerpo una nota que tiene algo raro», asegura.
Ese 'algo' era un tumor en la mama. Norma se vino arriba desde el diagnóstico. «Era cáncer. Pero me puse en la cabeza que era un catarro y me dije 'yo lo voy a vencer, voy a luchar, no me va a tirar a mí el cáncer'».
«Trataba de no pensar»
Esta argentina insiste en la necesidad de «ser positivo» para vencer la enfermedad. Aunque hay momentos en los que es difícil ver luz al final del túnel. «El primer mes de 'quimio' lo pasé muy mal, porque es muy duro. Pero hay que luchar. Cuando estaba sola, trataba de no pensar, ver la tele, etc», recuerda y añade que «lo más fuerte fue cuando se me cayó el pelo, pero les dije que me lo cortasen todo, me miré en el espejo y dije: 'yo te voy a ganar'».
Y así ha sido. «Ahora estoy 'rebién', aunque por los ganglios que me extirparon no puedo levantar peso con el brazo», cuenta. A pesar de ello, busca trabajo. «Me gustan mucho las manualidades, hago tarjetas con papel vegetal, muñecas... A ver si sale algo de esto o de otra cosa», desea.
Norma está convencida de que va a llegar a la meta que se propuso al salir de Argentina: prosperar. «Si le debía algo a Dios ya le he pagado, ahora que me abra los caminos», afirma. Se siente «como una elegida de Dios, que ha probado hasta dónde llegaba mi fortaleza. Y es sabio, porque me mando 'acá' a España, donde la Sanidad está mejor que en mi país».
Norma siente que le ha cambiado algo el carácter. «Soy más sensible, valoro más la vida. También me he vuelto menos tímida, ahora soy muy directa. Y también algo más egoísta. Antes miraba por todos los demás, ahora primero pienso en mí y en mi salud», explica. La familia ha sido su apoyo durante su lucha y después. Pero gran parte de su entorno vivió la enfermedad de Norma desde la distancia. «Mi padre, lo llevó bastante mal, porque no me veía», recuerda.
Sabe que el que no ha pasado un cáncer «no lo puede entender» y anima a quien algo así le ha ocurrido a «que piense en sus hijos, en su marido, y trate de salir adelante. Porque si está mal va a contagiar a todos los que tiene alrededor. Hay veces que yo iba a la 'quimio' y volvía como de la muerte, muy mal, pero si empiezas una lucha hay que seguirla».
También hace años empezó su lucha contra la enfermedad Juan Vicente del Álamo. Este logroñés de 49 años, casado y padre de dos hijas, era un joven deportista que tras una exploración por una lesión de menisco, descubrió sus problemas cardiacos.
A partir de ahí, «todo fue muy rápido», recuerda. Le pusieron un marcapasos y aguardó al trasplante. Hace casi veinte años de aquello. Pero el corazón que late ahora mismo en Juan Vicente no es el segundo, sino el tercero. «En 2003 me volvieron a trasplantar», cuenta. No se siente extraño con un corazón que no es 'el suyo'. «Al final lo que manda es la cabeza, para poder agradecer el regalo tan grande que te ha hecho un donante, a pesar de su tragedia».
Juan Vicente da gracias además porque la espera del trasplante fue casi inexistente, y no le dio tiempo «de pensar demasiado». «Pero ves gente que lleva aguardando seis o siete meses y que notan que se van apagando cada vez más. A veces, algún compañero del hospital esperaba a los fines de semana para ver si había algún accidente. Al final es la supervivencia, la mente lo ve como única salida, aunque alguien muere y eso es duro», cuenta.
Este logroñés pide más donantes de órganos. «Todos estamos en la misma ruleta, un día te toca a ti, otro a un familiar, o amigo, o al vecino de enfrente. Por eso hay que ser generosos». «Dios y el cielo no necesitan los órganos. Nosotros, aquí, sí», subraya.
Aunque en su caso la recuperación fue también «espectacular», ya que apenas pasó unas semanas en el hospital, Juan Vicente sabe que la familia es, muchas veces, la que «lo pasa peor». «Al final eres tú el que lo sufre, pero a ti te duermen en el quirófano y ya está. Ellos están todo el tiempo allí, a la espera. La familia debe ser el mayor apoyo», señala él desde su experiencia.
Al igual que Norma, Juan Vicente ha cambiado el carácter. Aprendió «a vivir más el día a día, a no mirar tanto el futuro como cuando no te pasa nada». También se ha vuelto más agradecido porque «al final, estás viviendo 'de prestado'». «Te haces más tranquilo y tolerante, te enfadas menos», opina.
Asegura que su problema de salud no le ha hecho «renunciar a nada». «Llevo una vida completamente normal. Tengo que tomar pastillas a diario, pero como quien se las toma para la tensión». Sigue con el deporte. Ha cambiado el fútbol de entonces por el tenis. A los seis meses del trasplante jugó su primer campeonato. Y los trofeos ya casi no le caben. Ha sido ocho veces campeón de Europa y ha participado en cuatro mundiales de deportistas trasplantados. Le gustaría organizar una de estas pruebas en Logroño.
«No tuve ningún bajón»
Tampoco ha dejado de practicar deporte Juan José Rodríguez, logroñés de 43 años que, a los 21, perdió una pierna tras sufrir un accidente de tráfico. En su caso, descubrió, «con más fascinación que sorpresa», el tenis en silla de ruedas. «Yo no tuve ningún bajón después del accidente. Al principio hay un parón, claro. Pero luego dices, 'voy a volver'», explica.
Juan José recomienda el ejercicio físico a todo el mundo, no sólo a personas en su situación. Pero destaca que «anímicamente, es un detonante sensacional para alguien que haya vivido una experiencia como un accidente». La Fundación Deporte Sin Barreras, con la que colabora, intenta «que todos los discapacitados tengan estas actividades a su alcance».
Funcionario de la Administración riojana, Juan José no para. Sabe que es una de las claves para seguir adelante tras un trauma. «Quienes pasan por esto deben salir de casa, hacer lo que sea. Encerrarse en uno mismo es un retroceso». Y, según las estadísticas, tres de cada cuatro personas no lo hacen. «Se quedan en casa, no hacen nada porque se ven raros y se lamentan. La sociedad, a veces, nos lo pone complicado, pero es lo que hay. O te montas o te quedas fuera», asegura.
El apoyo del grupo
Este auténtico deportista (ha realizado casi en su totalidad la Valvanerada) admite que quizá al principio es fácil dejarse tentar por la ayuda de los demás. «Todo es negro y ves la luz de esa protección, te acomodas. Pero el entorno debe ser sólo un apoyo».
Raqueta en mano y en una silla de ruedas con la que se mueve en la pista mejor que la mayoría de nosotros, ha recorrido también muchos colegios, fascinando a los niños. Y Juan José también agradece lo que esos pequeños le dan. Alegría. Naturalidad. «Enseguida te preguntan si sangraste mucho en el accidente. Uno de ellos me planteó lo siguiente: 'si un día te despiertas y tienes mucho sueño, ¿se te olvida que no tienes la pierna y te caes al intentar levantarte?'». Lo dicho, normalidad. Es lo que desean quienes han estado más cerca de la muerte de lo que quisiera cualquiera. Norma, Juan Vicente y Juan José lo han conseguido.
Fuente: elcorreodigital

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