domingo, 10 de octubre de 2010

Ejemplos de entereza y esperanza

Historias de pacientes oncológicas que, luego de atravesar las etapas más complicadas de sus tratamientos, decidieron unirse en nuestra ciudad para ayudar a todas aquellas que sufren por lo mismo


Hay una tarde de 2001 que Marisa Recalde no puede olvidar. Fue a fines de agosto y ella estaba en uno de los consultorios del hospital Español de La Plata. Ni bien el ecógrafo comenzó a estudiar más serenamente lo que veía en la pantalla de su equipo, Marisa supo que algo no andaba bien. "Qué es eso oscuro que se ve ahí", se animó a preguntar. Aunque no era su médico de cabecera, el hombre la miró sin inmutarse y le respondió algo que Marisa reproduce ahora en tono casi burlón: "Es un tumor, pero no se preocupe porque el cáncer de mama es curable". Nueve años después de aquel diagnóstico que le tiraron encima como un baldazo, y luego de una operación en octubre de 2001 a la que le siguió un tratamiento de quimioterapia que duró cuatro meses, Marisa se realiza sus dos controles anuales, dejó de tomar la medicación que tomaba en un principio y es una de las tantas referentes de Lazo Rosa, un grupo de mujeres de La Plata que, tras pasar por lo peor de la enfermedad, ahora se dedican full time a darle una mano a quienes sufren este mal y a concientizar a una sociedad que, dicen, aún tiene pudor de decir la palabra maldita: cáncer.

"Una ayuda porque sabe lo que es pasar por eso -resume Marisa-. El primer momento es el más doloroso, el más difícil. Por eso lo importante es contener y, además de todos los cuidados médicos, prestarle una oreja a quien lo está necesitando". Marisa lo dice por experiencia propia. La primera vez que se le cayó un mechón de pelo por la quimioterapia, todavía recuerda con la voz entrecortada, fue durante la Navidad del 2001. "Al día siguiente me fui a pelar -cuenta-. Cuando volví a casa me estaban esperando mis nietos, y el más grande, que tenía cuatro añitos, me dijo con una sonrisa que me parecía a un varón. Yo le dije como pude que los varones no se pintaban los labios ni los ojos, pero enseguida mi otra nietita, que tenía dos años, me abrazó fuerte y me dijo que pelada estaba hermosa igual. Ahí, en ese momento, empecé a ganar mi batalla".

UN DISPARADOR

Aunque los cifras oficiales no abunden, se estima que una de cada ocho mujeres desarrollará la enfermedad. En nuestro país, según datos difundidos por el ministerio de Salud de la Nación, se producen 18 mil nuevos casos cada año y mueren unas 5.200 mujeres por este mal. La primera causa de muerte por cáncer en mujeres en Argentina, de hecho, es por tumores de mama. La nuestra, luego de Uruguay, es la nación de América con la tasa de mortalidad más alta por cáncer de mama, con aproximadamente 22 muertes por cada 100 mil mujeres. Con todo, es uno de los cánceres en los que más se ha avanzado: detectado de manera precoz, más del 95% puede curarse.

A nivel local los números también dicen algo. Desde que comenzó con Lazo Rosa, hace ya casi dos años, este grupo de platenses recibió la consulta de cerca de 250 mujeres preocupadas por el tratamiento que debían encarar luego de que les detectaran un tumor en la mama. "Es una enfermedad insolente -repite Blanca Martínez, una ama de casa a la que le diagnosticaron el cáncer hace ya siete años-. No respeta clases sociales ni nada. Ataca y punto. Se mete sin preguntar. Pero también puede servir como un disparador de algo positivo. Por ahí en un primer momento es difícil verlo, pero el tiempo te demuestra que se puede salir y que una tiene que hacer incluso más cosas que las que hacía antes de la enfermedad".

Blanca también habla con la voz de la experiencia. Luego de que le dieran el diagnóstico se juntó con otras pacientes para dar charlas, brindar información y fundar finalmente Lazo Rosa, que además de asesorar a pacientes y a sus familiares se encarga todos los octubres de iluminar el Palacio Municipal con el color que distingue a la lucha contra esta enfermedad, una iniciativa global que lleva años realizándose y que consiste en iluminar de rosa más de 200 monumentos alrededor del mundo. Pero no fue lo único que Blanca hizo. A los 59 años, ya controlada la enfermedad, decidió anotarse en un bachillerato para adultos y así darle un sentido nuevo a su vida. "Me recibí en 2007 y pude cumplir un viejo sueño que tenía postergado -cuenta-. A lo mejor suene difícil de entender, pero el cáncer fue un disparador. Y eso es lo que trato de transmitir. Hay que hacerles entender a las mujeres que un cáncer de mama no es el fin de nada. Al contrario. Puede ser el principio de algo bueno".

Este panorama alentador que cuenta Blanca se le debe en buena medida a los avances que ha experimentado la lucha contra esta enfermedad y, de un modo más particular, al científico argentino César Milstein, que en 1984 ganó el Premio Nobel de Fisiología por haber obtenido los hibridomas, células a partir de las cuales se producen los anticuerpos monoclonales (proteínas producidas en laboratorio que pueden localizar sustancias en el cuerpo y atacarlas).

Como ocurre con otros tumores, las causas que disparan un cáncer de mama son múltiples y el riesgo crece conforme la persona envejece. Según se explica, tanto factores endógenos como exógenos aumentan su incidencia. Pesan los antecedentes familiares en el 23% de los casos y hay causas hereditarias en el 9% del total de mujeres atendidas. Pero la mayoría de los casos son esporádicos: en el 68% no hay historia familiar previa en al menos dos generaciones.

"Hay factores que uno no puede controlar -dice Blanca-. Lo único que podemos hacer son controles periódicos, los cuales brindan la posibilidad de la detección temprana". El examen físico y la mamografía son las primeras herramientas para detectar tumores en estadíos iniciales, algo fundamental para lograr un tratamiento que lleve a la cura. Y para detectar el problema a tiempo, dicen los expertos, lo primero es realizarse ya a partir de los 20 años y todos los meses un autoexamen mamario a los 4 días desde que se retiró la menstruación, con las mamas menos tensionadas. Lo segundo es hacer un examen clínico mamario anual a partir de los 30 años. Y lo tercero es realizar una mamografía de base a partir de los 35 años y una por año a partir de los 40 en mujeres asintomáticas y sin antecedentes familiares de cáncer de mama. Si hay antecedentes, se explica, deberían comenzar 10 años antes de la edad de presentación de la enfermedad en el familiar en cuestión.
fuente:quilmespresente.com

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