martes, 20 de octubre de 2009

Duelos. por Lic. Liliana Zovatto


Duelos: acerca de la viudez
Definimos duelo como: dolor, pena y aflicción por la pérdida de una presencia significativa, simbólica y con valor. Es la respuesta a cualquier tipo de perdida, personal y única que produce reacciones humanas comunes.
El hombre desde que nace, está inmerso en la temporalidad y el espacio. La noción y vivencia de la temporalidad cambia como también el valor que a ésta se le va adjudicando.
Es así que para el niño, el tiempo y conciencia del mismo responde al presente más inmediato y el adolescente hace mayor hincapié al momento circunstancial que está viviendo.
El adulto, en cambio, suele realizar un balance sobre su vida, puesto que aumenta la conciencia del tiempo que va pasando y lo que le queda por vivir. Se produce la crisis de la mitad de la vida, y es el momento en que empieza a reflexionar frente a lo realizado, lo postergado u omitido y lo que le faltaría por realizar.
En la senectud, influye el pasado como reflexión de su propia historia vivenciando por lo general, nostalgia, miedos y dudas frente a la posibilidad cada vez mayor de la muerte cercana
La proximidad a la muerte coloca a la persona ante un profundo dilema existencial. La muerte es una realidad que forma parte de la misma naturaleza del hombre. Es la manifestación más clara de nuestra finitud; se trata de la finitud de nuestras dimensiones física y psicológica (aunque no la espiritual). Pero es ese mismo fin el que nos hace mirar la vida de otra manera, el que hace que la vida cobre valor.
.¿Qué siente el anciano frente a la muerte y su estado de viudez?. La persona sufre el inmenso dolor de la pérdida del ser querido. Muchísimos hechos, acontecimientos, y situaciones han sido compartidos junto al otro. Un otro con el que pasó parte de su vida, en muchos casos, la mayor parte de su vida. Un otro con el que ha establecido un vínculo de amor y formó una familia. Desde allí, fueron novios, esposos, padres y hasta abuelos. Aparecen los recuerdos, situaciones, y experiencias vividas y convividas.
La muerte del compañero se vivencia con mucho dolor y sufrimiento. y tal como lo menciona López Escalona, puede llegar a vivenciarse de diferentes maneras: como una purificación, como una injusticia y arbitrariedad del destino, como un misterio, o como una condición de vida a asumir.
El ser humano necesita un tiempo de duelo: en primer momento se pasa por la mayor angustia, luego por distintas etapas, sensaciones, sentimientos, y miedos.
Las distintas fases son: entumecimiento-protesta, anhelo-búsqueda de la persona perdida, desorganización o desesperación, reorganización.
Tiene que pasar un tiempo prudente para que el anciano pueda avocarse a reflexionar sobre el sentido de la muerte y el sentido de la vida .Aparece el miedo a la soledad, la tristeza, la añoranza, la preocupación a quedarse desprotegido… La desesperanza se profundiza cuando el viudo no se ha desplegado en otros ámbitos.
Cuando el ser humano queda paralizado ante el dolor, es probable que aparezca la depresión, y el sin sentido. Frankl, dice: “...pero no se trata sólo de la muerte, sino también de la vida que es un continuo morir, en cuanto que cada instante de nuestra existencia pasa y se desvanece…”; La finitud de la vida puede estar invitandonos a la responsabilidad- como dice el “imperativo categórico” de la Logoterapia: “Vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho todo tan mal como estás a punto de hacer”.
Es nuestra tarea como psicólogos, ayudar al anciano a pensar y reflexionar acerca de la gracia y riqueza espiritual que ha tenido en conocer al compañero, en haberlo elegido, en amarlo….. Ofrecerle nuestro tiempo y espacio para que libere sus emociones , su sufrimiento y en su dolor.
Quedarán los recuerdos, los aprendizajes, los momentos compartidos Nadie puede quitarle a la persona de su ser más íntimo y personal lo que ha vivenciado con su pareja , cuando lo ha amado.. Esta es una manera no sólo de agregar años a la vida, sino vida a los años. Al respecto, Frankl, sostiene: “Las posibilidades de colmar un sentido son siempre efímeras. Pero una vez realizadas, se perpetúan , ya que la posibilidad transformada en realidad queda salvada en el pasado, donde nada se pierde sino que se conserva y guarda frente a la caducidad. Nada ni nadie puede abolir lo que ha sido. Nosotros sólo vemos las rastrojeras de la caducidad y olvidamos las trojes colmadas donde hemos recogido la cosecha de nuestra vida, los hechos consumados, las obras realizadas, los amores que hemos amado y los sufrimientos que hemos soportado con arrojo y dignidad. Esto es lo que constituye el valor de un ser humano, más allá de toda utilidad en el presente: un valor que deriva del pasado y por eso es imperecedero”
.Cómo responder al dónde está él o ella? No se sabe, el creyente tendrá una respuesta, y el amor permitirá una inmortalidad espiritual. Nada ni nadie nos devuelve al ser amado que ha fallecido, pero nada ni nadie nos puede quitar aquello por lo cual hemos madurado, crecido, y compartido junto al otro, lo que a su vez ha permitido otorgar un sentido a la vida.

“No me quites el duelo”
El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas,
Dormir cuando estas cansado,
Comer cuando tiene hambre,
Estornudar cuando te pica la nariz,
Es la manera en que la naturaleza
Sana un corazon roto…”
Doug Manning
Bibliografía consultada:
Frankl, Viktor (1990):“El hombre doliente”.Fundamentos antropológicos de la psicoterapia. Ed. Herder, Barcelona.

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