Por la Dra Aliza
Las culturas originarias de América Latina acostumbraban
consumir, muchísimos años atrás, sabrosos y nutritivos alimentos que se han ido
redescubriendo poco a poco y que actualmente puedes agregar a una dieta
saludable.
Tal es el caso de la quínoa y la chía. ¿Has oído hablar
de ellas? Para que no te queden dudas, he aquí lo más importante que debes
conocer sobre estas valiosas semillas. La chía y la quínoa son dos alimentos
que consumían las poblaciones originarias y que habitaban América Latina hace
alrededor de 5 mil años, mucho antes de que los españoles llegaran a la región.
La chía era uno de los cuatro alimentos
básicos de las poblaciones de México y América Central (junto con el maíz, el
amaranto y los porotos, frijoles o habichuelas).
La quínoa, en cambio, era uno de los
alimentos básicos de la cultura inca: la cultivaban los pueblos de la región
Andina de América del Sur. Luego de la conquista de los españoles, estos
alimentos fueron saliendo de la dieta de esos pobladores, casi hasta
desaparecer. Pero afortunadamente, durante las últimas décadas se han
redescubierto sus propiedades y la chia y la quinoa están regresando a la mesa
de los comensales no sólo en sus países de origen sino en el mundo entero.
¿Qué es lo que las
hace tan particulares? Sus propiedades nutricionales. Las semillas de chía
(Salvia hispanica L) son ricas en proteínas, tienen un bajo contenido de
carbohidratos y suministran ácidos grasos de omega-3 (como los de los pescados
y los frutos secos, que cuando se consumen en cantidades elevadas, se asocia a
una disminución en el riesgo de enfermedades del corazón). También aportan
fibra dietética, vitamina B y minerales como calcio, hierro, fósforo, magnesio,
zinc y cobre. Además, tienen propiedades antioxidantes y no contienen gluten,
por lo que los celíacos las pueden comer también. En detalle, las semillas de chía
tienen: el doble de proteínas que otros granos o semillas.
Cinco veces más calcio que la leche y además proporcionan
boro, que es un mineral que quizá ayuda a las personas con osteoporosis. El doble de potasio que las bananas. El triple de antioxidantes que los que
brindan los frutos rojos. El triple de
hierro que el que proporciona la espinaca.
Ocho veces más cantidad de ácidos grasos omega 3 que el salmón,
considerando cantidades similares.
Por su parte, la quínoa es rica en carbohidratos,
proteínas, grasas, minerales y vitaminas. En comparación con otros granos
similares, esta semilla contiene gran cantidad de proteínas, tantas que la
Organización Mundial de la Salud ha señalado que su calidad proteica es
equivalente a la de la leche.
Además, son granos únicos, ya que contienen 9 aminoácidos esenciales y
en una proporción ideal para la dieta humana, tiene más propiedades
antioxidantes que otros cereales y cada porción agrega 3 gramos de fibra a la
dieta y el 10% del valor diario de hierro que necesita el cuerpo.
Similar a la chía, las grasas que contiene la quínoa son del tipo omega
3 y no contiene gluten, por eso también puede ser consumida por los celíacos. Tanto la chía
como la quínoa pueden conseguirse en los negocios de alimentos naturales.
Dependiendo del lugar donde vivas pueden ser más o menos caras, pero como
contrapartida, ten en cuenta que rinden mucho.
La particularidad de la quínoa es que puede cocinarse como el arroz u
otros cereales y agregarse en ensaladas, sopas y guisos. Al cocinarla, mídela
como el arroz y te rendirá lo mismo. También puedes combinarla con otros
alimentos como carnes y guisos. La
chía, en cambio, se puede comer cruda, por ejemplo, agregando una cucharadita
en ensaladas, yogures, leche o sopas. También se puede moler como harina al
momento de su consumo y elaborar aceites.
Otra forma nutritiva de consumir la chía es en lo que en Centroamérica
se conoce como “agua fresca de chía”. Para prepararla, necesitas una taza de
semillas de chía, 100 mililitros (4 a 5 cucharadas) de zumo (jugo) de limón,
una taza de azúcar y 2.5 litros de agua (unas 10 tazas). Se dejan remojar las
semillas de chía en medio litro de agua durante dos o tres horas. En el resto
del agua se añade el zumo (jugo) de limón y el azúcar. Luego se agrega la chía
remojada, se enfría y ya está lista (antes de servir, revuelve las semillas con
una cuchara de madera, para que se repartan por toda el agua).
Ahora que conoces estas milenarias y poderosas delicias, ¿por qué no
incluir la quínoa y la chía en tu dieta? Al principio puede que necesites ayuda
con las recetas, que abundan en Internet e incluso encuentras algunas ideas en
vidaysalud.com, pero luego, si dejas volar tu creatividad, tú misma(o)o sabrás
con qué otros sabores combinarlas según tus gustos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión nos interesa, dejá tel y mail